El camino al cielo siempre ha sido un camino espinoso, pero «es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios» (Hch. 14:22). Ciertamente no todas las aflicciones son de la misma naturaleza, ni se miden en la misma proporción para cada santo, sino que cada corazón conoce su propia amargura, y todos los creyentes, más o menos, son llevados a experimentar la vara castigadora de su Padre Celestial. «La suerte se echa en el regazo; mas de Jehová es la decisión de ella» (Pr. 16:33)
